miércoles, 26 de octubre de 2016

Frio Extremo


La partida de caza había salido hacía dos días, nunca antes habían ido tan al Norte a estas alturas del año, no es bueno quedarse en una tierra que alcanza los -50º durante casi 45 días al año, pero hostigados como estaban siendo por las tropas de Lord Fenworth, Señor de la Casa de Piedra, a la tribu no le quedó más remedio que huir hacia esa inhóspita región. Perdida su fuente de alimento, de vida, de sustento principal, perdida su manada de caballos y la mayor parte de sus jóvenes masacrados en desigual batalla, el helado Norte era su última vía de escape.

Los seis caminaban juntos, observando con atención el blanco paisaje que les rodeaba, acababan de ascender una loma y se adentraban entre un mar de peñascos, a poca distancia de otra montaña. Hasta ahora no habían tenido mucha suerte, apenas si habían capturado un par de pequeños roedores, lo suficiente para mantenerse ellos con vida. Llevaban rato caminando y Zahira que iba en cabeza alzando la mano dio la orden de detenerse, sus hermanos Rasenda y Ashmir se acercaron y al llegar a su altura el primero inquirió:

- ¿Qué sucede "Za"? - Como cariñosamente le llamaba - ¿Por qué nos detenemos?
- He sentido algo...
- ¿Quizá un trozo de hielo en tu bota? - se burló Ashmir.- Joder, en este puto lugar el maldito frío no te deja sentir otra cosa.

Zahira ni se molestó en mirarle, su hermano pequeño llevaba gruñendo desde que partieron así que era mejor no tener en cuenta sus palabras; pero el cosquilleo estaba ahí, algo no iba bien.

- ¡Ágadir! ¡Mälmo!, adelantaos un poco a ver si encontráis un lugar donde pasar la noche - Ordenó Zahira.

Aún seguía ensimismada en sus pensamientos cuando oyó el silbido de alarma de Ágadir en la distancia, los habían perdido de vista hace nada, se decía. Los cuatro iniciaron una desesperada carrera sobre la nieve hasta la roca por la que habían desaparecido de su vista, pero antes aún de alcanzar aquel punto ya les llegó el rugido ensordecedor de lo que parecía una gran bestia... Al doblar la roca se dieron de bruces con una escena dantesca. Sólo una pendiente de unos veinte metros les separaba de un colosal espécimen de oso de las nieves de tres metros y medio de altura; enfurecido agitaba en sus fauces lo que parecía ser el cuerpo sin vida del desgraciado Mälmo, Ágadir yacía a escasos metros sangrando profusamente por una herida abierta en la pierna izquierda, con la cara desencajada por el terror.

Ashmir y Rasenda se miraron, como buscándose mutuamente para desearse suerte y, sin dudarlo un instante más, armados con sus lanzas se abalanzaron sobre la furibunda bestia, Ethelmir cogió su arco y lo cargó, mientras Zahira se quedaba petrificada. Mil y una veces había cazado con estos hombres, mil y una veces había sabido lo que hacer, pero en esta ocasión el miedo natural que la invadía para luego dominar y convertirlo en valentía, se había tornado en pánico.

El plantígrado no se amilanó ante sus dos nuevos adversarios a los que encaró bramando con desaforada violencia y, a los que mantuvo a raya a base de poderosos zarpazos, hasta que sintió una punzada en el costado, Ethelmir había hecho blanco, su última diana. En lo que se tarda en coger aire, el animal salvó la distancia que lo separaba del arquero y se echó sobre él, hundiendo sus fauces en un pecho que destrozó segando la vida de aquel afamado cazador, sin ni siquiera permitirle un último alarido.

Zahira se encontraba ahora a escasos metros del monstruo y, parecía ser la siguiente. No tuvo tiempo apenas de reaccionar, el suficiente para interponer entre su cuerpo y la zarpa de su atacante el pequeño escudo de cuero que portaba. El impacto la tiró hacia atrás y rodó por la nevada pendiente hasta que se detuvo boca abajo, su brazo izquierdo sangraba abundantemente, de su escudo no quedaba ni el menor rastro; alargó su mano derecha para arrastrarse, para alejarse de una muerte segura, pero no tenía fuerzas. Algo le estalló en la punta de sus dedos, había tocado algo oculto bajo la nieve, un dolor lacerante le recorrió de punta a punta su cuerpo, pero se aferró a aquello, ya sentía el fétido aliento de la bestia resoplando en su nuca, no tendría más oportunidades. Se giró veloz y cuando ya sentía las fauces hundiéndose en su carne apuñaló el cuello del animal, una y otra vez con aquel objeto que le ardía en la mano.

Cuando sus hermanos llegaron en su auxilio todo había terminado. Zahira yacía aún en el suelo, jadeando por el esfuerzo, asiendo en su mano derecha lo que parecía ser... Un dorado hueso. 

jueves, 20 de octubre de 2016

Alta Traición



Recuperamos desde nuestro blog hermano "La tarde de los viernes" una serie de textos que ha publicado nuestra compañero Manuel y que son al semilla de una ambientación que tiene en la cabeza y en la que esta trabajando poco a poco. Aunque por lo que nos comenta aun tiene mucho trabajo por delante y no solo en el trasfondo del mundo sino incluso en que sistema de juego le gustaría reflejarlo ya que dependiendo del mismo pueden cambiar muchas cosas (mortandad, magia mas o menos poderosa, estilo simulacionista o mas narrativo,...). En un principio el pensaba en el Rolemaster pero le hemos hecho cambiar de idea y ahora esta leyéndose el Fantasy Age (que a mi no me acaba de convencer del todo pero por lo menos es mas dinámico y menos farragoso).

Sin mas os dejo con el primero de los relatos:

Alta Traición

No empezaba como tenía previsto aquella fría mañana de finales de otoño, lo que parecía ser una simple jornada de espera, de repente, se había convertido en todo un inmenso movimiento de tropas con el fin de tomar aquella maldita elevación.

Sensa Tördenth había recibido la orden de levantar temprano a sus hombres y avanzar hacia el enemigo con las primeras luces del alba. "Un sin sentido" pensaba para sus adentros, los refuerzos estaban a dos días, siendo ya superiores en número lo único que les privaba de una victoria segura era la simple situación táctica de su enemigo, que por lo alto de su posición les había tomado ventaja. Nada que no se pudiera solventar esperando pacientemente las tropas venidas del Este, con lo que triplicarían a su adversario.

No, aquello no podía salir bien, se seguía diciendo, sería una carnicería. Ya sólo para llegar a chocar con el frente de las tropas rivales tendrían que soportar una inmensa lluvia de proyectiles de todo tipo, flechas, jabalinas, piedras,... Las bajas serían innumerables, para luego enfrentarse no a una "Miserable banda de campesinos armados con palos" si no a un ejercito formado y adiestrado en el "noble" arte de la guerra. Bércingar, jefe del clan de los Grandes Bosques había reunido a todas sus huestes para detener nuestro avance en aquel punto, flanqueado por densos bosques donde nuestra caballería era inútil y, con un frente relativamente estrecho. No, no eran tan "bárbaros con el sentido táctico de un cerdo".

A sus 55 años se empezaba a sentir mayor para estas cosas, durante más de 20 había ocupado siempre el mismo lugar en la formación, en primera fila, el último a la derecha, el flanco más débil donde sólo los más diestros sobreviven. Desde allí avanzó con sus hombres, en perfecta formación hasta estar al alcance de los proyectiles enemigos, en ese punto y hasta arriba sobrevino el infierno, gritos, sangre, sudor, orines,... Cubriéndose con el escudo avanzó todo lo rápido que su pesado equipo, el blando terreno, la pendiente y el miedo le permitían. Cuando llegó a lo alto, jadeante, exhausto y una vez sobrepasadas las sorprendidas primeras filas de arqueros e infantería ligera, miró a su alrededor y a voz en grito formó a su tropa, no en mucho mejor estado que él, pero dispuestos para entablar duro combate.

El choque de fuerzas fue brutal, intenso, dramático, pero poco a poco, hombre a hombre fueron diezmando a sus adversarios hasta que finalmente y en un breve espacio de tiempo el frente rival cedió por el centro. "Demasiado fácil" se dijo, a una orden suya su segundo en la línea le sustituyó en el combate, necesitaba observar que estaba sucediendo, se fijó en que la profundidad de las líneas rivales no iba más allá de 5 hombres, eso presentaba un frente débil susceptible de ser derrotado de manera sencilla pero "¿Por qué?", un mal presentimiento recorrió su cuerpo. Necesitaba más visión y retrocedió un poco, vio un montón de cadáveres a unos metros y los usó de atalaya desde donde otear. Todo cobró sentido entonces, su formación se estaba combando por el centro penetrando en las filas enemigas que ahora se abrían, para acometer un nuevo choque de fuerzas, pero esta vez contra la fresca y descansada infantería pesada de Bércingar; y por las alas, nuevas tropas surgían al amparo de los bosques. La situación se tornó clara en su mente y ordenó replegarse, aquella mañana no tomarían aquel enclave, no sacrificaría a sus hombres en vano, ni perdería la ventaja numérica que impediría a su rival salir a campo abierto a perseguirles y aniquilarles.

Finalmente, al atardecer, con el último de sus hombres llegaba al campamento. No tuvo tiempo de pasar revista a sus soldados, la guardia personal de su Señor lo escoltó a su presencia sin apenas tomar resuello. Herido, ensangrentado se personaba ante él, 30 años más joven y recién nombrado por su padre líder de esta campaña.

Esa mañana eran hallados en su tienda los cuerpos sin vida del joven Señor, heredero de la Casa de Madera de Stikgar y, cuatro de sus guardias personales, con evidentes signos de violencia. De Sensa Tördenth nada se sabe desde entonces.